Salí de Metro Isabel La Católica
minutos antes de las 16:00 horas, el plan era tomar una Ecobici y trasladarme
hasta la Biblioteca Vasconcelos. Justo antes de abandonar el Metro veo un
mensaje de una amiga: “No te acerques al centro, cuídate mucho, van a satanizar
parejo, como siempre “. Segundos después
pude ver una valla de granaderos cerrando el paso al Centro; comprendí: los
maestros estaban siendo desalojados; preferible que no hubiera testigos.
La tarde era fría, oscura, como
presagiando la acción represiva que tendría lugar en unos minutos. Al no poder
acceder por la bicicleta caminé sobre Arcos de Belén y me di cuenta que todas
las calles que daban al Centro estaban cerradas. Había camionetas de la Policía
Federal y autobuses que trasladaban a más federales, así pude constatarlo a ver
a una oficial por una ventanilla.
Llegué a Eje Central y me
sorprendió ver que a justo frente a la Plaza Vizcaínas tenía lugar un insólito partido
de futbol, con todo y equipo descamisado, además de tribuna vociferante en las
aceras. No faltó el impertinente que quiere cobrar por las fotografías de un
juego que no protagoniza, mientras se embriaga en vía pública con una pared de
granaderos al fondo.
Al cruce con República de
Uruguay, una joven rompe en llanto ante el portentoso despliegue de seguridad,
también ante la indiferencia de gente que deambula como si no ocurriera nada
detrás de aquellos muros humanos; “pinche loca”, murmura una señora. Sus
lamentos parecían haber invocado a Tláloc; millones de finas lágrimas hacían
ataques kamikaze contra la ciudad.
El clima era de tensión cuando el
cruce de Eje Central y Venustiano Carranza la valla de granaderos empezó a
gritar a los peatones que abrieran paso. Un grupo de mujeres que iba llegando
por el norte gritaba: “¡Con el pueblo
muy chingones, con el narco maricones!”. A unos metros se veía venir un
contingente de maestros, algunos cargaban cobijas, palos y otras pertenencias;
muy pocos iban encapuchados.
Algunos ciudadanos, minutos antes
temerosos o indiferentes, comenzaron a echar gritos de apoyo: “CNTE, escucha,
el pueblo está en tu lucha”, “maestro, amigo, el pueblo está contigo”. Los
profesores dejaban una estela de impotencia y rabia en su camino; ya comenzaban
a dar vuelta al sur, como queriendo arruinar la cascarita que se jugaba a un
par de cuadras. No pocos levantaban su brazo al cielo. Algunos no pudieron
contener las lágrimas.
No continué el camino que
llevaban los maestros, me fui en sentido contrario, hacia Bellas Artes, donde también
granaderos impedían el paso. Busqué unas tomas abiertas desde el edifico de
Sears justo cuando el ambiente se puso más denso. Un grupo de manifestantes
-varios con el rostro descubierto- lanzaba objetos a los policías. Minutos
después vino el contraataque, pero no buscaban quien se las hizo, sino quien se
las pague.
Se acercaban en grupo, parecían
una grotesca masa que devoraba manifestantes y ciudadanos por igual, llevaban
palos y macanas, también usaron un extintor para dispersar a los transeúntes.
Un reducido grupo les hacía frente y arrojaba piedras, palos y otros objetos,
sobresalía que varios no se cubrían el rostro.
Una de las cosas que más llamó la
atención fue el ingreso de casi dos docenas de camiones de mudanzas, cerrados,
que se desplazaban sobre avenida Juárez y doblaban en Eje Central. No sé a
dónde se dirigían ni qué contenían, pero parecía por demás extraño que fueran
custodiados por policías en su avance, aún cuando el tránsito estaba cerrado.
En ese momento un grupo de ciudadanos y manifestantes comenzaron a gritarles
“¡asesinos!”, luego vinieron más agresiones y algunas detenciones con lujo de
violencia por parte de los uniformados.
En la terraza en la que estaba
platiqué con una señora española mientras los eventos sucedían, decía que
estaba pasando lo mismo de 1968 y reconoció ser familiar lejano del
expresidente Echeverría, situación que no le causaba orgullo.
Las agresiones y detenciones se
extendieron por varios minutos, fue hasta casi las 19:00 horas cuando se abrió
esa esquina a la circulación, después de que el cerco policíaco parecía que no
terminaría de extenderse cada vez más. Los helicópteros sobrevolaban a poca
altura y no dejaron de pasar en toda la tarde. La llovizna se mantuvo y el sol
nunca hizo presencia.
Ya al atardecer los maestros se reagruparon en el Monumento a la Revolución, unos más se fueron a la ENAH y otros tantos regresaron a sus lugares de origen a la espera de una línea de acción. La solidaridad
de los capitalinos no se hizo esperar, antes de la medianoche ya se habían
improvisado centros de acopio en el Monumento a la Revolución y la gente
llegaba con víveres y ropa para soportar la noche lluviosa. El destino es
incierto.
Amafra.
Videos:
No hay comentarios:
Publicar un comentario